FRÍO
El día amanece frío. Se nota en el agua condensada en las ventanas y en el frescor del suelo. También se siente en el ánimo, en las pocas ganas de salir fuera y enfrentarse a las bajas temperaturas, con lo bien que se está bajo el abrazo de las sábanas. Conforme los primeros rayos de sol acarician la tierra, el hielo caído sobre las hierbas, tejados y coches, desprende chispas brillantes. Pero para frío, el de antes. Los cueveros no podíamos quejarnos mucho; la calidez de los cerros nos hacía la vida más llevadera, pero salir fuera hace cuatro décadas se las traía. El agua se cuajaba en los cubos en capas de hielo de un dedo de espesor y la ropa tendida para secar la víspera, amanecía tiesa como para quedarse de pie. Partíamos al colegio rígidos como los caballeros de la Edad Media con armaduras, de tantas capas de ropa superpuestas. Llevábamos sobre el cuerpo la camiseta, después la "espumilla", también llamada cuello cisne, que nos apretaba tanto que para quitárnosla casi ...