¡ESTAMOS LOCOS!
Pensaba que lo había visto todo en estos dos eternos años de pandemia, pero estaba muy equivocada. Todavia me quedaba la penúltima sorpresa para rememorar aquellos días en pleno confinamiento en que íbamos a comprar al supermercado y llorábamos porque no había papel higiénico doble capa.
Esta tarde, como casi todos los viernes, me he dejado caer por el Mercadona para hacer la compra semanal. Ya aparcando veo pocos sitios libres: “Esta tarde nos dan las tantas”, pienso.
Empieza la excursión. Las colas para pagar entorpecen mi camino, por lo que voy dejando el carro en los aparcamientos de carros que veo. Que existen de verdad, ¿eh?, y voy recorriendo los pasillos por orden.
A la segunda recurva me viene un dejá vu: ¡esto ya lo he vivido! Muchas estanterías vacías como si fueran los restos de un atraco.
“¡El papel del váter!”, me viene a la mente. Voy a una velocidad anormal buscando el objeto de mi deseo y ¡uf!, no está agotado. Y me paro a pensar: “si no me hace falta”. Pero como en aquellos lejanos días de encierro quedé traumatizada con este producto, mi subconsciente ha reaccionado así.
Después ya me he ido relajando y luego asombrándome de nuevo. No he encontrado ni aceite de girasol, ni arroz, ni lentejas, ni garbanzos, ni harina, ni carne. Todo lo más básico escaseaba. Y ya en la cola interminable, todo el mundo con los carros hasta los topes.
Y yo me pregunto: ¿Quién está comprando compulsivamente? Porque está claro que alguien se ha llevado diez veces más de lo que le correspondía por necesidad.
¿Qué miedo nos están metiendo con el desabastecimiento?, ¿cuántas noticias alarmistas están haciendo que estemos abarcando más de lo razonable? Y lo peor es que por ese temor a que nos falte para comer compramos lo primero que encontramos, tenga el precio que tenga.
Este es el primer paso para volvernos locos, desconfiados y egoístas. Mal asunto
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