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Mostrando entradas de abril, 2022

PENITENTE

Érase una vez un penitente, de los muchos que en Semana Santa acompañaban a sus Cofradías. Desde días antes, el hábito estaba lavado y planchado, listo para que el Viernes Santo realizara su Estación de Penitencia. Llevaba muchos años cumpliendo la tradición, pero, a pesar de la experiencia, cada vez que se vestía para la ocasión, miles de mariposillas revoloteaban en su estómago como si fuera la primera vez.  Hacía más de cuatro décadas que con la túnica blanca como las fachadas de sus cuevas y la capa de luto, bajaba por la Cañada de los Perales formando parte de la Hermandad más bonita de Guadix, sin atrasar a los presentes. Había vivido momentos muy emocionantes, unos tristes y otros felices. Días de calor, de frio y de viento. Algunos pocos, de lluvía convertida en lágrimas.  No era sencilla la misión. Por delante tenía un largo recorrido hacia el centro de la ciudad, que lo esperaban expectantes. La capucha indomable, sujeta con la mano libre para que los ojos cayeran en...

AVENTURA EN LA PISCINA

 El otro día ¡por fin!, abrieron la piscina cubierta. Y tantas eran las ganas que tenía de catarla que casi me falta tiempo para meterme con capirote y todo.  El caso es que me presento allí con la que creía era la equipación adecuada: chanclas, bañador, gorro de goma. Vamos, ni una nadadora experta.  Nada más entrar, todo muy innovador. Apuntas con el móvil y se abre un torno como el del metro de Madrid y adentro. Para que no se notara que era novata y que era la primera vez que pisaba una piscina de estas, voy yo muy tiesa y resuelta a los vestuarios. Allí abro una taquilla y meto todos los chismes. Sin gafas la cosa se complica; no veo tres en un burro, asi que como puedo llego al sitio. Voy a meterme al agua y me doy cuenta de que no me he puesto el gorrito. Media vuelta a la taquilla, otra vez el desfile.  Empieza lo bueno. Yo se nadar lo justo para no ahogarme, con poco arte pero resultona; asi que manotazo por aqui, pataleo por allá, cruzo la piscina cambiando...

SILENCIO

Cada vez le resultaba más difícil llevar una vida medio normal. A la pérdida auditiva había que añadir ahora la dichosa mascarilla, que le impedía leer los labios de sus interlocutores. De nada servían los audífonos ante la barrera que oponía esa especie de bozal y el sonido que salia amortiguado, le hacía pedir que le repitieran lo dicho una y otra vez. Algunos se esforzaban por hacerse entender, otros por contra, pareciera que bajaban más el tono, si eso era posible.  Antes de que le espetaran la dañina frase: ¿es qué estás sorda?, se apresuraba a aclarar su situación y rogaba, suplicaba, que le hablaran más fuerte. A los sitios importantes necesitaba ir acompañada porque salir igual que entraba no era una opción.  En las salas de espera se escondía tras el móvil para evitar conversaciones imposibles de seguir, pareciendo arisca y asocial. Había superado demasiados escollos, soportado burlas y menosprecios. Incluso ya había olvidado algunos sonidos que los aparatos  dis...