¿DÓNDE ESTÁS, AMOR?
Cupido estaba que le iba a dar algo. En los últimos tiempos no daba una a derechas. Las parejas que atravesaba con sus doradas y amorosas flechas duraban menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Ese angelote, antaño rubito y rechoncho, estaba ahora más seco que la mojama y unas canas traicioneras le sobresalían tiesas por encima de su suave melena. “El estrés, que es muy malo”, le decía su archienemiga, la diosa Diana. Y tenía que darle la razón, ¡con lo que él había sido, que donde ponía el ojo, iba la flechita y "zas", amor a primera vista! "Será cosa del arco, que está desequilibrado" , pensaba para sí. Y lo llevó al herrero de gladiadores para que lo pusiera a punto. La primera prueba consistía en unir un mozalbete bien plantado y una chica dulce y estudiosa: éxito asegurado en otros tiempos, ahora fracaso rotundo. Visitó al oftalmólogo sospechando que podría ser culpa de la vista. - ¡Ni pensarlo! Yo no me pongo gafas. - Cupido, es normal tener un poc...