FIESTA DE GRADUACIÓN
Sabe que esa noche es su última oportunidad. No puede desaprovecharla, así que está dispuesta a poner toda la carne en el asador, o mejor el hueso, porque con ese cuerpo esquelético que la naturaleza le ha dado, poca chicha tiene que asar.
El caso es que es la fiesta de su graduación. Ya finaliza esa etapa que comenzó seis años atrás y que no le deja buen sabor de boca.
En este tiempo ha estudiado, reído, llorado y se ha enamorado, pero con la mala suerte de no ser correspondida.
¡No tenía en quien poner el ojo! Nada menos que en el guaperas de turno por el que suspiraba la mitad o más de las féminas del instituto. Para él era invisible, no podía compararse en elegancia ni en porte con las demás y la inteligencia no se ve a simple vista, por desgracia.
Seis años sin atreverse a dirigirle la palabra y ahora, esa última cena se convertía en su postrera esperanza.
Se había comprado un vestido largo, rojo, con algo de vuelo para aparentar unas anchuras que no tenía. También el pelo lo llevaba arreglado y su mejor amiga iba a maquillarla. Confiaba y rezaba para que los astros, Dios o el karma le favorecieran esta noche.
La fiesta avanzaba y el susodicho no se dignaba a mirarla siquiera, ocupado en presumir como un pavo real ante otras pavas como él.
La tristeza iba ocupando su corazoncito conforme pasaban las horas. Y de pronto, una voz conocida le dijo al oído que estaba muy guapa. Era un muchacho de su clase, pero le costó reconocerlo enfundado como iba en su traje negro; tan obsesionada estaba con el guapo que los demás habian pasado desapercibidos.
Bailaron, rieron y hasta se besaron hasta el amanecer. Ya de vuelta a casa, después del ritual del desayuno de churros con chocolate, caminaban los dos muy juntos por las calles casi desiertas: ella se recogía el vestido cuyos bajos se habían mojado a causa de la lluvia caída y en sus hombros, la chaqueta de él dándole calor y amor.
Comentarios
Publicar un comentario