TARDE DE SÁBADO

Llevaba toda la tarde del sábado viendo series. Se había propuesto liquidar por segunda vez La casa de papel ese fin de semana, en plan sofá, manta y comida basura sin remordimientos.

Iba por el tercer episodio de la maratón cuando un hastío enorme le sobrevino de pronto. 

En el mismo momento en que le dio al botón de detener le llegó la idea como una iluminación; sólo necesitaba el traje negro. Ese que le regaló su madre cuando se graduó y que lo mismo le hacia el apaño para fiestas como para entierros, cambiando únicamente la corbata o prescindiendo de ella en casos más informales, y la camisa, unas veces blanca, otras celeste, así parecía que nunca repitiera atuendo.

Esta vez eligió camisa blanca y corbata estrecha color granate. De tal guisa se presentó en el restaurante justo cuando la copa de bienvenida estaba en su pleno apogeo.

El truco estaba, descubrió pronto, en actuar con naturalidad. Moverse entre las altas mesas rebosantes de copas ya vacías y picotear de las interminables bandejas que los solícitos camareros ponían ante sus ojos y emprender conversación poco trascendental con tal o cual invitado preguntando antes siempre de parte de quién venían para responder inmediatamente por el contrayente opuesto.

Alguna foto con el móvil cerca de algún adorno floral llamativo completaba la representación teatral prevista.

Así estuvo durante más de una hora, evitando acercarse a algunos conocidos que oteaba de vez en cuando y llenando el buche de manjares diminutos pero deliciosos regándolos por supuesto, de bebida suficiente como para irse más que satisfecho a su casa.

Un murmullo cada vez más audible llegó a sus oídos. Se habia entretenido demasiado con el ultimo invitado hablando de fútbol y los novios ya hacían la entrada por la escalinata profusamente adornada de lazos, flores y velas.

Antes de que pudiera reaccionar se vio en la primera línea de un pasillo por el que los novios debían desfilar y con una bengala en la mano.

Si en algún momento pensó que alguien podría reconocerlo y llamarle la atención, desechó la idea por improbable y porque se había cuidado de ello. Pero lo último que imaginó es que justo delante de él, entre vivas a los novios, su ex fuera la que vestía de blanco y lo miraba con ojos desorbitados creyendo que era una broma de pésimo gusto. O algo peor. 

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