Fábula de la mula vieja

       Había una vez un campesino que trabajaba su tierra con la ayuda de una vieja mula torda a la que llamaba Morena.

Llevaba con él desde hacía más de dos décadas y se conocían tan bien el uno al otro, que la mula no necesitaba escuchar órdenes para realizar las tareas que se esperaba de ella, a pesar de que algunos achaques estaban haciendo ya su aparición.

       Cierto día, en la feria de ganado, el campesino quedó prendado de una yegua blanca que hacía las delicias de todos los presentes, y tanto se empeñó, que dejándose todos sus ahorros, consiguió el preciado animal.

Cuando llegó a su casa, embriagado de vino y de orgullo, dejó a su nueva adquisición en la cuadra que hasta el momento ocupara Morena y a la mula la sacó a la calle, al lado del almiar. Por suerte, esa noche el tiempo fue propicio, pero el veterano animal no entendía aquel cambio, creyendo que sería sólo cosa de esa velada. ¡Cuán equivocada estaba!

       Al día siguiente y los posteriores, el campesino hizo como siempre, ir con Morena a la vega y hacerla trabajar como lo que era, una mula.

Menos los domingos, que los ocupaba en sacar a pasear por el pueblo a la yegua, a la que bautizó con el nombre de Clarita. Con su sombrero ladeado y el traje de los días de fiesta, saludaba a diestro y siniestro sin perder la estirada postura que le daba el orgullo, provocando la envidia de sus vecinos.

       Y así iba pasando el verano: la yegua de paseo, bien guarecida y mejor alimentada y la pobre mula torda, trabajando de sol a sol y comiendo miserias.

Bastó la llegada del otoño con sus lluvias persistentes para quebrar aún más la salud de Morena que, a la intemperie  como estaba, cogió una pulmonía que casi se la lleva a la tierra. En su convalecencia y con pesar, el campesino tuvo que recurrir a la niña de sus ojos, pero, tan poco acostumbrada estaba al duro trabajo, que su rendimiento fue nulo, volviendo para su gozo, a la templada cuadra. 

Antes de que estuviera recuperada la mula, la llevó de nuevo al tajo ya que no quería ni podía contar con Clarita. Morena se sintió importante y necesaria y por no defraudar a su amo se esforzó más de lo que era capaz, empeorando gravemente su enfermedad.

Por mas tirones de la brida, por más latigazos que le daba, la pobre mula era incapaz de echar un paso adelante y a los tres días, dejó este mundo.

       El campesino no pensó que echaría tanto de menos a su Morena. Cada día en el campo era un día perdido con ese animal mimado y no había manera de que se comportara como era menester. 

A las dos semanas, con menos arrepentimiento del que esperaba, cambió, aún perdiendo dinero en dicho trueque, la yegua por otra mula torda a la que llamó Morenita, en honor a su predecesora. 

Moraleja: Más vale mula vieja trabajadora que yegua bonita y consentida.  

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