COSTALERO DE PASIÓN
Las campanas dan las seis. El tiempo se le ha echado encima y ya tenía que estar camino de la Ermita. Siempre pasa igual. Que si la faja, que dónde está la chaqueta, espera que me eche unos caramelos en el bolsillo. Más que olvidos son los nervios, aunque de boca diga que está tranquilo. Y eso que no es su primera vez de costalero, ya son algunos años; desde que era casi un niño lleva portando sobre su nuca al Señor de Pasión.
Pero hoy es distinto. Es un día especial: la primera vez en la Catedral.
Sale de la casa con el costal y la faja enrollados bajo el brazo. “Al final se ha quedado buena tarde”, piensa. El año pasado, la temida aunque deseada lluvia, hizo acto de presencia y tuvieron que regresar al templo.
Ya siente el peso en su cuello. La música se va colando por los respiraderos al igual que por los poros de su piel, y al par, ese izquierdo adelantado de cuarenta hombres, comienza su buen andar por el Barrio de las Cuevas. “Pasito, y otro. Dame derecha atrás. No hay prisa, disfrutadlo, mis valientes”.
La Catedral, Guadix, los espera esta noche con las puertas y los brazos abiertos. El sueño se hace realidad y el Señor de Pasión entra en la Iglesia Mayor.
Los aplausos que los animan se suceden a cada costero, a cada paso atrás. No hay sufrimiento, ni cansancio, ellos son los pies del Señor que tienen que llevarlo a su barrio, siempre cuesta arriba, como el camino al Calvario.
Ya han llegado y la última marcha la quieren disfrutar y retener en la memoria, con el orgullo del que dijo “EGO SUM”.
Comentarios
Publicar un comentario