NIEVE DE ABRIL
Corría el día trece de abril, del año no me acuerdo, pero sería en el 57 ó 58 del siglo pasado. Yo tendría a la sazón quince o dieciséis primaveras. Había dejado de ser un bachiller pobre pero afortunado, a tener a mis órdenes una mula joven y brava que me convirtió en un pobre campesino. El motivo es largo de contar y tampoco viene al caso. La cuestión es que, aquel día de abril, partimos dirección a Lugros con las bestias, mi padre y yo, el primo y su hijo y el vecino del cerro de atrás, para traer unas cargas de raíces de encina que alimentaran las chimeneas el invierno siguiente. Calentaba tanto el sol que al llegar al lugar, nos estorbaban hasta las camisas. Nos pusimos a la tarea sin prisa, pues quedaban bastantes horas de luz como para realizar nuestro cometido de sobra. Por allí pasó un pastor con su rebaño y se nos acercó. - Metedle mano que se va a liar una buena de agua. Los cinco nos echamos a reír. No se veían nubes en el cielo azul salvo a...