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Mostrando entradas de abril, 2024

NIEVE DE ABRIL

        Corría el día trece de abril, del año no me acuerdo, pero sería en el 57 ó 58 del siglo pasado. Yo tendría a la sazón quince o dieciséis primaveras. Había dejado de ser un bachiller pobre pero afortunado, a tener a mis órdenes una mula joven y brava que me convirtió en un pobre campesino. El motivo es largo de contar y tampoco viene al caso. La cuestión es que, aquel día de abril, partimos dirección a Lugros con las bestias, mi padre y yo, el primo y su hijo y el vecino del cerro de atrás, para traer unas cargas de raíces de encina que alimentaran las chimeneas el invierno siguiente.  Calentaba tanto el sol que al llegar al lugar, nos estorbaban hasta las camisas. Nos pusimos a la tarea sin prisa, pues quedaban bastantes horas de luz como para realizar nuestro cometido de sobra. Por allí pasó un pastor con su rebaño y se nos acercó. - Metedle mano que se va a liar una buena de agua. Los cinco nos echamos a reír. No se veían nubes en el cielo azul salvo a...

SOLEDAD CORONADA

  Me ha contado (o he soñado) la Soledad, que se siente triste y desolada, porque a aquellos que la llevaban al cielo, los apartaron y alejaron de su Amada. No hay pena más grande   para un vecino  de San Miguel, de la Huerta Milla o la Barriada,  que ver a su Virgen preciosa, caminar por esas calles oscuras  tan seria y silenciosa. Pero yo también le he contado, aunque Ella tenía conocimiento, que aunque no vayan a sus pies, sus hijos no la abandonaron. Que la siguen desde lejos con el alma y la mirada, y esperan que algún día,  la justicia divina y humana, restituyan lo que por derecho  nunca  le tendrían que haber quitado, a su Virgen, Soledad Coronada.

LUZ DE GUADIX

  Las doce en punto de la noche. Madrugada en Guadix. La Plaza de Santiago, la cuesta y las escalerillas bullen de vida callada. Nada de luz. Hasta la luna se ha escondido tras las nubes para cederle el protagonismo al Cristo. Silencio absoluto en cuanto se abren las puertas de la Iglesia. Suena la trompeta, El Silencio. Algunos cuchicheos por lo bajo efecto del pavo adolescente de aquellos que no conocen la tristeza profunda por su juventud y que en estos momentos de recogimiento les cuesta mantener las risas a raya. Desfilan los nazarenos. Algunos son tan altos que imponen con sus capas negras como la misma noche. Pocos críos a esta hora, ya mañana, en el día grande de nuestra Semana de Pasión, saldrán a la calle bajo la atenta mirada de los suyos, evitando la procesión de la madrugada para no acumular cansancio. Decenas de puntos de luz aparecen por el arco iluminando al Señor ya sin vida, lo que da una calidez al ambiente que contagia a los corazones en esta fría velada. A paso...

MIÉRCOLES DE VÍA-CRUCIS

La Esperanza ya está en su casa. Un año tendrá que pasar para salir de nuevo por la puerta de la Catedral a vestir de verde las calles accitanas. La plaza se halla vacía, sólo algunas camareras rezagadas caminan con cuidado para no tropezar con los zapatos de tacón fino. Los demás esperan en San Miguel desde hace un buen rato. Los tres pasos de la Hermandad del Santo Vía-Crucis han salido de la Iglesia, no sin bastante dificultad y su extenso cortejo ha pasado ya de la calle Real de la Magdalena. Apenas se ve. A las luces apagadas hay que sumarle la estrechez de la calle y las nubes que ocultan la luna. Gente joven en su mayoría, conocedora de los atajos, cruzan callejón arriba, callejón abajo para disfrutarlo en los mejores lugares. Llegan los primeros penitentes, con su túnicas oscuras y las capas blanco roto. En sus manos, unos cirios grandes que funcionan a pilas. Sólo se escuchan las suelas de las zapatillas arrastrando por el asfalto. Es el paso de la Sentencia, el de Las Niñas, ...

EL CRISTO DE LOS CARPINTEROS

  Allá por los años ochenta, cuando nuestra semana de Pasión todavía se vivía con el corazón y no con las apariencias, llegó el Martes Santo. Casi a la atardecida hacía su salida el Cristo de la Flagelación de la Iglesia de Santa Ana. Empezó a andar el cortejo y las primeras filas eran de niñas ataviadas de samaritanas, con sus velos granates, siempre escurridizos y sujetos por los imperdibles de su atentas madres. Entre ellas iban mis dos amigas santaneras, que, al verme, me saludaron tímida pero alegremente. No sé quien se sentía más orgullosa, si ellas en su digna posición o yo por recibir la atención de la protagonistas de la noche. ¡Qué sana envidia despertaban en las que las veíamos desfilar! Las niñas ya se perdían por el Arrecife cuando divisamos el trono, magníficamente tallado por manos accitanas y con las escenas de Pasión policromadas. Y el Señor atado a la columna. Esa talla de tanto valor artístico que a su paso hacía inclinar las cabezas con un único pensamiento: 'Po...

LUNES DE MISERICORDIA

 La  noche es fría y lluviosa. Bastante fría para esta época de primavera. La gente de allí abajo, que es como los llamamos los de aquí arriba, suben en masa a la Ermita Nueva. Muchos son casi niños que, con la excusa de ir a ver a la procesión del Cristo, consiguen el permiso para llegar tarde a casa: ”Hasta que se encierre el Santo, mamá”. Caminan cuesta arriba en bandada. Grupos aquí y allá hablando fuerte. Llegando por los Lavaderos, las luces de las farolas se apagan de pronto y las mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, se agarran del bracete entre risas nerviosas y susurros. En la Plaza del Padre Poveda no cabe un alfiler. Las puertas del templo se abren y cuatro tambores roncos rasgan el silencio de la noche con su redoble monótono, avisando del inicio de la marcha. Los contornos de los cerros apenas se perciben con la luz de la luna, casi llena pero cubierta por nubes y las filas de penitentes negros van avanzando por las calles del barrio de las Cuevas, con su farolillo ...

DOMINGO DE RAMOS (1983)

Amaneció un día espléndido. El sol ya se adivinaba tras los cerros y un cielo azul, algo violeta por el horizonte, ofrecía una imagen casi de postal, perfecta para ese primer domingo de primavera. Desde bien temprano la casa bullía: la madre planchando ropa, el padre echándole de comer a los animales y la chiquillería, de aquí para allá, aún con los pijamas puestos, pues se vestirían a última hora para evitar manchar el único hato nuevo. Tanto los mayores como los niños estrenarían algo, ya que era de mal agüero no hacerlo ese día, como bien avisaba el refrán: “En Domingo de Ramos, el que no estrena ná, se queda sin manos”. El padre, camisa nueva, los niños, los pantalones cortos color beige que les hizo la madre, la niña, más presumida que los hermanos, un vestido floreado de mangas de farol y la madre, sólo unas medias, no había para mucho dispendio. -  Tirad a la pila y lavaos la cara -les dijo. Obedecieron a regañadientes y volvieron a entrar en la casa corriendo. -  ¡Mamá...