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Mostrando entradas de febrero, 2022

EL CENTRO COMERCIAL

 Iban a dar las cinco. Hoy se le había hecho tarde y aceleró el paso a lo que le daban sus cansadas piernas. No perdió tiempo con los escaparates, total, no tenía ninguna intención de comprar cosa alguna, para eso tenía el mercadillo de los sábados y sus tiendas del barrio. Se dirigió directamente a la zona del supermercado: era el momento de la merienda y sabía los lugares estratégicos donde las marcas promocionaban sus productos; allí podría echarse algo al buche y saciar un poco el hambre hasta la hora de cenar. El nuevo sabor de un zumo de los caros y embutidos tocaron esa tarde. Las muchachas ya la conocían y a veces le daban ración doble. Bueno era. Siguió por los pasillos de productos de limpieza y esta vez consiguió unas muestras de champú y acondicionador. Menos da una piedra, pensó. Y salió sin comprar nada.  De ahi fue al baño. Sacó papel higiénico para un par de días, enrollándolo en un rollo vacío que llevaba y recargó un botecito del dispensador de gel hidroalcoh...

DE MÉDICOS A LA CAPITAL

Todavía no había despuntado el día cuando bajaba la mujer a coger el autobús que la llevaría a la capital. Las cocheras de la Autedia estaban frente al bar del Parque, siempre tan concurrido y a esas horas no se veía ni un alma. Quizás alguna que otra persona que se dirigía al mismo lugar que ella. El vaho se escapaba a través de la bufanda de lana que apenas la protegía del gran hielo negro que estaba cayendo. Aún faltaba media hora larga para que saliera el autobús pero prefería esperar a perderlo. Revisó el bolso con manos temblorosas para asegurarse que llevaba el volante del médico, el monedero y la toalla pequeña por si se presentaba cualquier imprevisto. "Al que madruga, Dios le ayuda", pensó cuando fue de las primeras en subirse y poder sentase en uno de los asientos de la primera fila, justo debajo del portaequipajes de red donde estaban las bolsas de plástico, necesarias en caso de mareo. Confiaba en que la pastilla de Biodramina que estaba en su vacío estómago hici...

EL DÍA DE LOS SANTOS

  El dia amaneció nublado. No sería de extrañar que al final acabara diluviando, como tantas otras veces en las que el agua no era tan bien recibida. No había vez que blanqueara la fachada de la cueva que al dia siguiente le diera al cielo por soltar todo el agua acumulada. Era el  día de Todos los Santos y la víspera había dejado la tumba del abuelo impoluta. Como correspondía a estas fechas, visitó el cementerio para limpiar, pintar y adecentar la sepultura. Flores no llevaba ya que le hizo prometer al marido que no le pondria ninguna si ese era su deseo. Alrededor, todas la tumbas competían a ver quien llevaba los mejores y más grandes centros florales. Como si la honra a los difuntos se agrandara en proporción al gasto en ornamentos.  Una vez resuelto el tema del cementerio le tocaba el turno a los vivos. Se aseguró que las mariposas siguieran encendidas en el tazón con aceite para que la luz de las llamas honrasen a sus muertos y se metió en la cocina para preparar l...

LLEGAR A FIN DE MES

Sólo le quedaban en la cartera 1500 pesetas y todavía estaban a mediados de mes. En su cabeza, poco dada a las matemáticas de libro, bailaban la rumba los números y las cuentas para ver como se las arreglaba para llegar al día treinta. Lo primero era pagar. El préstamo se lo quitaban directamente sin permiso y con alevosía y los demás gastos, los iba capeando conforme iban surgiendo. Con la bolsa de rafia colgada del brazo y con paso rápido recorrió el camino hasta la Puerta Alta. Tocaba pagar la luz. La cremallera del monedero pilló el billete verde como queriendo dejarlo atrapado. Sabía que una vez cambiado por otros más pequeños era billete gastado. Con el recibo pagado se dirigió a la Plaza de Abastos a comprar pescado. - ¿Qué te pongo? - Dame medio kilo de boqueroncillos. Y otro billete, el del tio calvo, desapareció de sus manos a cambio de un puñado de pescados bien despachados. Con el desmedido peso que, irónicamente, provoca la escasez subió calle Santiago arriba para plantars...

LA OTRA

 Ella era la otra. La maldita impostora. La que se interpuso y rompió un matrimonio; la que destrozó algo que era para siempre ¿o no era así el cuento?  Desde el principio le colgaron el sambenito de la culpa. Nadie pensó por un instante que había otro en la ecuación que era tan culpable o más que ella.  Si algo tenía que reprocharse a sí misma era haberse enamorado ciegamente de la persona equivocada. En todos esos años sólo recibió las migajas de un amor a medias correspondido, mientras ella lo dio todo. Hacía tiempo que olvidó las promesas de divorcio, de emprender una vida juntos,  compartir una felicidad a tiempo completo. Y dejó de creer en el amor. Cada 14 de febrero se convirtió en el día más triste del año, pues sabía que nadie le regalaría flores, ni bombones, ni siquiera unas palabras bonitas. Ese día no habría nada para ella, ya que sólo era "la otra".

LA ÚLTIMA PÁGINA

Don Rafael intentaba meterles en la sesera a ese grupo de niños de doce tiernos años la Revolución Francesa: - Entonces, Robespierre a la cabeza de los  Jacobinos, impuso, bla, bla, bla..  María perdió pronto el hilo de la explicación de las peleas de les enfants de la Patrie vecina y se fue a la última hoja de su cuaderno. Aquella página en la que faltaba una esquina, utilizada seguramente para escribir alguna nota y donde había pintarrajeados un par de corazones con las iniciales tachadas, algunas operaciones y muchos intentos para afinar su primera y decente firma.  Sacó de su bolsillo el duro que le había dado su madre y lo puso bajo el papel en un hueco que quedaba libre. Con el lápiz inclinado, rayó encima y el carboncillo fue dejando impresa la cara del rey de España. Realizó la misma operación con la cruz de la moneda y recordó entonces el buen puñado de caramelos de cubalibre que le compraría a la Mélida en el recreo con esas cinco pesetas. - …fueron condenados a...

CUENTO DE NAVIDAD

Odiaba la Navidad. No podía remediarlo. Desde que en la mesa quedaban huecos vacíos, no soportaba estas fechas. Se había blindado ante el gran despliegue de luces navideñas, felicitaciones forzadas o forzosas y consumismo sin fin. Evitaba las comidas de empresa,  el amigo invisible y demás chorradas que tanto gustaban a los demás. Aquella mañana, mientras buscaba en una caja un libro que recordaba haber guardado hacía tiempo, sus manos tropezaron con una pandereta. Era roja, de plástico, con los dibujos casi borrados y le faltaban un par de chapillas. Algo se le removió por dentro. Recordó que esa pandereta formaba parte de un juego de tres de distintos colores y tamaños que su madre les compró cuando eran pequeños; una para cada hijo. Aquella Nochebuena, alrededor de la mesa de camilla, su padre rasgueaba la guitarra, su madre daba con la cuchara en la botella de anís del Mono y ellos golpeaban su panderetas nuevas mientras coreaban "Los peces en el río”. Sus padres también había...

SOY

  Soy  silencio de tu secreto,  la esperanza de una llamada.  Soy perfecta en lo imperfecto,  un pañuelo para tus lágrimas.  Soy  soplo dulce de tu aliento, una herida que ya no sangra. Soy ausencia, soy momento a veces todo, a veces nada.

POR LOS CERROS DE GUADIX

 Y este niño sin asomar. Nada, que no escarmienta. Por más que se le diga que no esté tanto en la calle. Es incorregible. Si es que es igualico que su padre, una habica que Dios partió. Cuando lo pille lo voy a traer arrastrando de las orejas. Cuidao con los disgustos que me da” Con este rosario de quejas iba cavilando Mariquilla mientras recorría la cañada de punta a punta. El potaje de habichuelas ya estaba apartado de la lumbre desde hacia buen rato, cuando dieron las dos en la Catedral. Había cogido al pequeño Santiago del suelo y apoyándolo en la cadera como si llevara un cántaro de agua, salió a buscar a su hijo mayor por el barrio. - Carmina, ¿ha visto usted a mi Manolito? -No, María. Hoy no lo he visto. Estará jugando con los niños de la Ramona. Y siguió la muchacha, cerro arriba bajo el sol abrasador de julio. -Ramona, ¿has visto a mi Manolito? - No, Mariquilla, no lo he visto. Más que enfadada ya estaba preocupada. Nunca había tardado tanto su niño en aparecer a la hora d...

TUS OJOS, MIS OJOS

Ya estaba bien entrada la mañana cuando despertó. Se había quedado dormida al alba después de pasar gran parte de la noche en vela. Notó un calor agradable en las piernas; el sol que entraba por la ventana daba justo en esa parte de la cama y que, junto a la escasa claridad que podía percibir, era la mejor forma de saber si amanecía un buen día o por el contrario la noche o las nubes estaban presentes. Tras desperezarse empezó a arreglarse. Cogió la ropa de la silla  cercana y con sus manos fue tanteando las etiquetas y las costuras, aunque tampoco pasaría nada si se ponia alguna prenda del revés. Gracias a que vivió de niña en una cueva había aprendido a vestirse a oscuras para no molestar a los otros; nunca imaginó que tal aprendizaje pudiera serle útil años después. Ni siquiera tenía que contar ya los pasos para llegar a esta o aquella habitación. Su mente había elaborado los planos de la casa con exactitud y no tropezaba con nada, salvo que alguien moviera el mobiliario de su l...

La señorita Carmen

Carmen se preparó como todos los días desde hacía más de veinticinco años, para ir al colegio. El bolso, la botella de agua, algo de fruta para la merienda y últimamente, la obligada mascarilla. Cada vez le costaba más levantarse de la cama, sobre todo en invierno, pero una vez comenzada la rutina, entraba en calor y su vocación la animaba para enfrentar con ganas un nuevo día. Tras recorrer muchos colegios, algunos bastante lejos de casa, había conseguido quedarse por la comarca y en ese pequeño colegio rural pensaba jubilarse.  Nunca llegó tarde a su puesto. Entraba a su clase y comenzaba a subir persianas, encender el ordenador, ponerse la bata... Cuando sus alumnos entraban, ella los recibía con su mejor sonrisa, les daba los buenos días y para cada uno tenía una frase: - ¡Anda, que bufanda más calentita traes, Manolo! - ¡Qué trenza te ha hecho tu madre más preciosa, Rosi! - ¡Qué chaquetón mas bonito trae Juanjo! A David no podía decirle nada de bufanda, ni de madre, ni de chaq...